Hay frases que vienen de tan lejos que ya forman parte del aire que respiramos.
“Con estos bueyes tenemos que arar” es una de ellas. Muchos la citan sin saber que su raíz está en un eco antiguo: proviene del Evangelio de Lucas (Lc 14,19), donde aparece en una de las excusas que Jesús pone como ejemplo en la Parábola del Gran Banquete. Uno de los invitados dice: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes”.
Con el tiempo, el refranero popular la destiló en esta versión directa y cotidiana.
Y aunque la frase haya evolucionado, su fondo sigue siendo el mismo:
habla de lo que uno hace con lo que tiene.
Y aquí viene mi lectura personal —la que usaría en terapia, en un taller o en una conversación honesta contigo:
Cada uno de nosotros carga sus propios bueyes.
Unos son musculosos y fiables: nuestros talentos, nuestra sensibilidad, nuestras intuiciones.
Otros cojean, embisten o se paran a mitad de campo: nuestras heridas, nuestros miedos, las tendencias que heredamos de la infancia, los patrones que nos pesan.
Y aun así… con esos bueyes, con exactamente esos, toca arar.
No con los que desearías.
No con los que imaginas que tendrías “si no te hubiera pasado aquello”.
No con los bueyes perfectos del vecino.
Con los tuyos.
Y ahí empieza la vida adulta de verdad:
cuando dejas de esperar a ser otro para empezar a caminar.
Cuando comprendes que no se trata de cambiar de bueyes, sino de aprender a guiarlos.
Porque esta frase, si la miras bien, no habla de resignación:
habla de responsabilidad.
Habla de realismo amoroso: ver lo que hay, sin maquillarlo, sin castigos, sin sueños de perfección… y aun así seguir adelante.
Lo fascinante es que, al aceptarlo, aparece un roto inesperado:
desde esa aceptación, los bueyes empiezan a transformarse.
Los que te parecían torpes revelan una fuerza antigua.
Los que se resistían te muestran que necesitaban dirección.
Los que te daban miedo se vuelven tus aliados.
Y entonces entiendes que, en el fondo, la frase solo te pedía una cosa:
dejar de pelearte con tu realidad para empezar a trabajar con ella.
Porque la tierra se abre cuando uno acepta sus propios bueyes.
Y la vida también.

HOLA!, Soy el idiota que escribe esto...
Y quizás sea interesante o tal vez no, no lo sé; Ser o no ser... ese es el verdadero dilema. Este es un espacio para soltarme, un lugar donde dejo fluir mis ideas más disparatadas, donde me entrego a la procrastinación del cuerpo y al impulso mental de vomitar públicamente, para exorcizarme y, quién sabe, quizá también para exorcizar a otros. Ser humano es más complejo de lo que parece, porque hay que saber cuándo soltarse y cuándo atarse. ¿Cuándo cada cosa? Ahí radica la verdadera cuestión. A ojo de buen cubero, diría que ese es el dilema: cuándo ser mitad hijo de Dios y cuándo mitad hijo de puta...
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