¿De verdad eliges lo que haces?

A veces somos indeseables. Hacemos cosas que no nos podemos perdonar, somos incapaces de gestionar nuestras emociones: o las reprimimos o las expulsamos de forma violenta hacia afuera. No conseguimos alcanzar un espacio de seguridad sano para poder sostener, procesar y liberar de forma armónica nuestras emociones, pensamientos y sensaciones.

A veces simplemente somos neófitos en el arte de sobrellevarnos de la mejor forma posible. Tal vez porque no lo hemos aprendido, porque nadie nos lo enseñó. O porque lo que nos enseñaron fueron respuestas mediocres y deficientes que nos llevan a tener resultados pobres en nuestras relaciones con los demás y, por ende, con nosotros mismos.

¿Qué sucede?

A veces no paramos la máquina. No detenemos la vorágine de la vida. No hacemos un STOP profundo para preguntarnos, con la mano en el corazón, si el rumbo que llevamos es realmente el que queremos.

Hacer eso no está exento de miedo ni de ramalazos de huida. Porque esa reflexión puede llevarnos a lugares incómodos, donde vemos que quizás no estamos actuando a favor de nuestro verdadero crecimiento como seres humanos. Para ser más felices, más autónomos, con menos miedo al vínculo. Y si conseguimos sostener esos primeros momentos de “remordimiento”, aprendemos que ese lugar donde algo nos pellizca el alma es, en realidad, profundamente nutritivo, intuitivo y liberador.

A veces, en este caminar por la vida, necesitamos salir de contexto. Usar caminos alternativos. Perdernos en la exploración nueva. Parar la máquina que piensa y actúa siempre igual. Porque al hacer siempre lo mismo, obtenemos los mismos resultados.

Debemos atrevernos a hacer algo nuevo. Algo loco. Algo fuera de la rutina. Usa un camino distinto para volver del trabajo. Piérdete por callejuelas. ¿Eres zurdo? Intenta hacer cosas con la mano derecha. Vístete con ropa que nunca usarías. Si tiendes a procrastinar, llénate la agenda; si sueles estar siempre ocupado, procrastina. ¿Comes carne y no pescado? Prueba el pescado. ¿Eres de los que esperan que los llamen? Llama tú. Acércate.

Sal de la rutina de la máquina. A veces solo hace falta eso: cambiar de contexto. Cuando la mente hace algo nuevo, no está condicionada por lo viejo. Es el momento perfecto para verse, observarse y sentirse.

Estas son las enseñanzas del Cuarto Camino de Gurdjieff. Habla de la máquina humana. De que, en el fondo, no elegimos conscientemente: repetimos lo aprendido, estamos condicionados. Por lo tanto, “no decidimos nada”. El trabajo de estas enseñanzas es salir de la Gran Rueda. Usar caminos alternativos como laboratorios para “estar en el mundo, pero no pertenecer a él”.

Inténtalo todos los días. Hazte cargo de desaprender para poder aprender de nuevo. Aprende cosas que realmente te sirvan. Olvida los ríos de España o cómo se hace una raíz cuadrada si eso ya no te sirve. Libérate de información inútil, de noticias constantes que solo te distraen, y vuelve a ti.

Aprende sobre los hábitos de las abejas, sobre las propiedades del hidrógeno, sobre cómo se obstruyen tus venas. Aprende sobre mariposas, sobre la alegría, sobre emociones rechazadas como el asco… y vuelve a formularte la pregunta:

¿Quién soy?

Buen viaje.

HOLA!, Soy el idiota que escribe esto...

Y quizás sea interesante o tal vez no, no lo sé; Ser o no ser... ese es el verdadero dilema. Este es un espacio para soltarme, un lugar donde dejo fluir mis ideas más disparatadas, donde me entrego a la procrastinación del cuerpo y al impulso mental de vomitar públicamente, para exorcizarme y, quién sabe, quizá también para exorcizar a otros. Ser humano es más complejo de lo que parece, porque hay que saber cuándo soltarse y cuándo atarse. ¿Cuándo cada cosa? Ahí radica la verdadera cuestión. A ojo de buen cubero, diría que ese es el dilema: cuándo ser mitad hijo de Dios y cuándo mitad hijo de puta...

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