Amar no es algo que nos sucede.
Es algo que se aprende.
Erich Fromm, en su célebre obra El arte de amar, desmonta una de las grandes ilusiones de nuestra cultura: creer que el amor es un sentimiento espontáneo que aparece “cuando encontramos a la persona adecuada”.
Para Fromm, el amor no es un accidente del destino, sino una práctica, una disciplina, un arte que requiere conocimiento, voluntad y madurez interior.
Y aquí es donde el Tantra y Fromm se encuentran.
Ambos nos recuerdan que amar no es poseer, sino presenciar.
No es un “encontrar” fuera, sino un “recordar” dentro.
El amor como arte, no como objeto
Fromm afirma que la mayoría de las personas no buscan amar, sino ser amadas.
Quieren ser elegidas, admiradas, deseadas, reconocidas… pero no saben cómo dar amor desde su propia plenitud.
Creen que el amor es algo que se recibe, no algo que se ofrece.
El Tantra enseña lo mismo desde otro lenguaje:
No puedes ofrecer placer, energía o presencia al otro si no has despertado eso dentro de ti.
Amar desde la carencia es intentar llenar un vacío con otro vacío.
Amar desde la consciencia es convertirse en fuente.
El tántrico no busca pareja para completarse, sino para expandirse.
Ama porque está lleno.
Porque la energía vital —la misma que mueve el sexo, el corazón y la creación— se desborda y necesita expresarse.
La práctica del amor
Fromm propone cuatro pilares del amor verdadero: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.
Cuidado:
Amar es cuidar. No controlar, ni salvar. Cuidar es una actitud de atención hacia la vida del otro.
En Tantra, ese cuidado es presencia: estar ahí, respirando con el otro, sin querer cambiarlo.
Responsabilidad:
No es una carga, sino una respuesta consciente.
En el amor tántrico, la responsabilidad es responder desde el corazón y no desde el ego, sabiendo que cada acto, palabra o caricia tiene una consecuencia energética.
Respeto:
Fromm dice que respetar es ver al otro tal como es, y permitirle ser.
El Tantra lo llama aceptación radical.
Amar no es moldear, es honrar la diferencia, permitir que el otro florezca sin miedo.
Conocimiento:
Solo se puede amar lo que se conoce profundamente.
Y no se trata de acumular información, sino de mirar más allá de las máscaras.
En Tantra, ese conocimiento es ver el alma detrás del cuerpo, reconocer lo divino detrás de lo humano.
El amor maduro frente al amor infantil
Fromm distingue entre el amor inmaduro —“te amo porque te necesito”— y el amor maduro —“te necesito porque te amo”–.
El amor inmaduro nace del miedo al vacío.
El maduro, de la plenitud interior.
El Tantra nos invita precisamente a morir al amor infantil, a ese impulso de fusión donde uno se disuelve para no sentirse solo.
El amante tántrico sabe estar solo, sabe sostener su fuego interior sin apagarse en la dependencia del otro.
Solo desde esa autonomía puede entregarse por completo.
Amar, desde esta mirada, no es fundirse, sino arderse juntos sin dejar de ser fuego propio.
Amor y disciplina
Fromm afirma que como todo arte, amar requiere disciplina, concentración y paciencia.
No basta con sentir amor: hay que cultivarlo, como quien cuida un jardín o practica un instrumento.
El Tantra coincide:
El amor consciente es una práctica diaria.
Se cultiva en el cuerpo (a través de la respiración, la mirada, el contacto), en la mente (a través de la observación y el silencio) y en el alma (a través de la rendición y la devoción).
No se trata de “hacer el amor”, sino de convertirse en amor.
El amor como energía vital
Fromm, desde la psicología humanista, dice que el amor es una fuerza activa que trasciende el aislamiento del ser humano.
El Tantra diría que esa fuerza es la Shakti, la energía creadora que pulsa en todo.
Cuando reprimimos nuestra energía sexual, afectiva o creativa, nos desconectamos del flujo del amor universal.
El amor no es solo entre dos personas:
es una forma de estar en relación con todo lo que vive.
Cuando amas de verdad, cada respiración, cada gesto, cada mirada se convierte en oración.
Amar es un camino espiritual
El arte de amar, desde Fromm y desde el Tantra, no es un manual para conquistar a nadie.
Es una vía de autotransformación.
Un camino hacia la madurez emocional, la presencia y la libertad interior.
Amar es aprender a ver, sentir y tocar sin apropiarse.
Es aceptar que el amor no duele: lo que duele es el apego, la ilusión y el miedo.
El amor verdadero —el amor consciente— no busca la seguridad, sino la verdad.
Y esa verdad es simple:
no hay otro a quien amar, porque el otro eres tú en otra forma.
Erich Fromm escribió El arte de amar en los años 50, pero su mensaje sigue siendo revolucionario:
el amor no es una emoción pasajera, es la única tarea verdaderamente humana.
El Tantra lo eleva a una dimensión mística:
amar es un acto de conciencia,
una forma de despertar,
una meditación en movimiento.
El amor, cuando se vive desde la presencia,
no necesita promesas ni garantías.
Solo la entrega del instante.
Amar no es sostener, es arder con conciencia.

HOLA!, Soy el idiota que escribe esto...
Y quizás sea interesante o tal vez no, no lo sé; Ser o no ser... ese es el verdadero dilema. Este es un espacio para soltarme, un lugar donde dejo fluir mis ideas más disparatadas, donde me entrego a la procrastinación del cuerpo y al impulso mental de vomitar públicamente, para exorcizarme y, quién sabe, quizá también para exorcizar a otros. Ser humano es más complejo de lo que parece, porque hay que saber cuándo soltarse y cuándo atarse. ¿Cuándo cada cosa? Ahí radica la verdadera cuestión. A ojo de buen cubero, diría que ese es el dilema: cuándo ser mitad hijo de Dios y cuándo mitad hijo de puta...
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