Hay un momento en la vida en el que el cuerpo deja de ser un vehículo y se convierte en un territorio.
Un territorio marcado por historia, tensión, memoria muscular… y también por un anhelo antiguo: volver a sentirnos vivos.
Eso es el Tantra cuando se practica de verdad:
una vía para regresar al cuerpo, para liberar la memoria congelada, para recuperar la capacidad de vibrar sin miedo.
Un camino que no se queda en lo espiritual ni en lo sexual, sino que atraviesa ambos lugares hasta tocar el núcleo de lo humano. Porque sanar —de verdad— implica mirar al sistema nervioso, a la respiración, al pulso interno que nos habita.
CUANDO EL CUERPO HABLA: EL ENFOQUE SOMÁTICO DE LEVINE
Peter Levine nos enseñó algo que, cuando lo integras al Tantra, se vuelve revolucionario:
el trauma no está en la historia que contamos, sino en la energía retenida en el cuerpo.
Una conversación no puede deshacer un nudo muscular en la pelvis.
Una reflexión no puede drenar años de congelación en el pecho.
Un insight no repara un sistema nervioso que aprendió a sobrevivir apagándose.
Pero el cuerpo sí.
El cuerpo siempre sabe.
Cuando aplicamos el Tantra desde lo somático —movimiento lento, respiración consciente, sonido, micro-presencia— estamos permitiendo que esa energía atrapada encuentre salida. No es “revivir trauma”, es dejarle completar el ciclo que quedó interrumpido.
LA BIOENERGÉTICA: CUANDO LA POSTURA CUENTA UNA VIDA ENTERA
Lowen decía que la postura revela la biografía.
Y es cierto.
Una pelvis rígida habla de miedo.
Un pecho hundido revela una vida entera evitándonos sentir.
Una mandíbula tensada cuenta historias de rabia nunca pronunciada.
El Tantra, atravesado por bioenergética, va directo a ese núcleo.
La respiración abre el diafragma.
El movimiento devuelve la energía a las piernas, al suelo, al sostén.
El sonido rompe la coraza que nos hizo sobrevivir, pero que ahora nos impide vivir.
Y poco a poco, algo ocurre:
la persona deja de “trabajar el cuerpo” y empieza a habitarlo.
Porque la sanación no llega cuando entendemos,
llega cuando nos encarnamos.
UN EJEMPLO REAL (sin nombres, pero con verdad)
Hace un tiempo acompañé a una mujer que llevaba años sintiéndose “apagada”.
Decía que su cuerpo era como una casa sin ventanas: funcional, pero sin luz.
Tenía un historial de trauma relacional, miedo al contacto profundo, y un bloqueo casi total en la respiración abdominal.
Había probado terapia cognitiva, meditación, incluso yoga… pero nada cambiaba algo esencial: su sistema nervioso seguía en “modo protección”.
En el proceso tántrico-somático empezamos por lo más básico:
respirar sin forzar, dejar caer el cuerpo al suelo, sentir el peso, liberar micro-movimientos.
Las primeras sesiones fueron discretas.
Pero en la quinta ocurrió algo: su cuerpo empezó a temblar.
No un temblor de miedo, sino ese temblor sano que Levine llama descarga completiva.
Le dije:
—Deja que siga. Tu cuerpo solo está terminando lo que no pudo terminar antes.
Y entonces lloró.
Pero no lloró desde la mente: lloró desde la pelvis, desde el diafragma, desde ese lugar donde guardamos la vida.
A las semanas volvió y dijo:
—Es extraño… siento calor en el cuerpo. Como si algo se hubiera deshelado.
Meses después, recuperó el deseo.
No el deseo hacia otros: el deseo de estar consigo misma.
De sentir. De vivir. De tocar y ser tocada sin miedo.
Eso es el Tantra que sana.
No magia.
No religión.
No dogma.
Regulación. Energía. Presencia. Encarnación.
Una manera de volver al cuerpo cuando la vida nos obligó a abandonarlo.
EL TANTRA COMO VÍA TERAPÉUTICA
Cuando unes Tantra + Somática + Bioenergética, ocurre algo poderoso:
El cuerpo recuerda su poder de autorregulación
El sistema nervioso encuentra salida para lo que quedó congelado
La persona recupera la capacidad de sentir sin desbordarse
Se despierta la energía vital y, con ella, la creatividad
Aparece el deseo auténtico, no el compulsivo
El vínculo se vuelve posible: primero con uno mismo, luego con otros
Y lo más profundo:
la persona empieza a confiar en su cuerpo de nuevo.
Y cuando alguien vuelve a confiar en su cuerpo…
vuelve a confiar en la vida.
UN CAMINO DE RETORNO
El Tantra no es sexo.
No es ritual.
No es una performance espiritual.
Es un camino de retorno al cuerpo, a la vibración, al pulso del mundo interno.
Un acompañamiento que recuerda lo que tantas veces olvidamos:
Que no estamos rotos.
Que solo estamos congelados.
Que la vida, cuando se le abre espacio, sabe cómo regresar.
Y el Tantra —el de verdad— es ese espacio.

HOLA!, Soy el idiota que escribe esto...
Y quizás sea interesante o tal vez no, no lo sé; Ser o no ser... ese es el verdadero dilema. Este es un espacio para soltarme, un lugar donde dejo fluir mis ideas más disparatadas, donde me entrego a la procrastinación del cuerpo y al impulso mental de vomitar públicamente, para exorcizarme y, quién sabe, quizá también para exorcizar a otros. Ser humano es más complejo de lo que parece, porque hay que saber cuándo soltarse y cuándo atarse. ¿Cuándo cada cosa? Ahí radica la verdadera cuestión. A ojo de buen cubero, diría que ese es el dilema: cuándo ser mitad hijo de Dios y cuándo mitad hijo de puta...
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