Hola!
Ayer fue una charla larga y profunda, quizás algo compleja para la dieta de contenidos simples que pululan por las redes sociales, pero, a mi parecer, fue alimento del bueno.
Muy pocas veces hablo de este trabajo profundo que se inicia con el eneagrama. ¿Por qué? Porque a veces siento que, tras más de veinte años estudiándolo y practicándolo, le ha ocurrido lo mismo que a la astrología: siendo una herramienta exquisita de autoobservación e introspección, se trivializa reduciéndola a frases masticadas que, posiblemente, no nos llevan al conocimiento de uno mismo, sino a sostener nuestro caos diario.
Pero ayer me armé de valor y volví, después de tres años sin tocar este tema en redes, a hablar del eneagrama —y, sobre todo, de su origen verdadero: el Cuarto Camino. Te hablé de Gurdjieff, aquel armenio que, en el siglo pasado, abrió las puertas a una psicología moderna, hablando por primera vez de los tres centros que nos gobiernan: el centro emocional, el intelectual y el físico. Desde ahí, recorrimos la senda de lo que significa realmente hacer un trabajo personal, conocerse de verdad y entender lo que en realidad nos enseña el eneagrama.
Lo disfruté profundamente. Fue una charla sosegada, introspectiva y, para mí, muchas veces emotiva, porque recordé con amor las enseñanzas que, con tanto cariño, me abrieron la mente, el corazón y el cuerpo hacia un nuevo despertar interior. Y no —esto no se experimenta en dos «tips» de veinte segundos en Instagram: es una vivencia que se cocina lento, de forma introspectiva, yendo hacia dentro, de manera profunda y suave.
Eso es lo que he tratado de compartir en AL CORAZÓN DEL DESIERTO — Eneagrama y Cuarto Camino. He hablado de cuestiones inmensamente profundas que atañen a todos los que vivimos —o intentamos vivir— por encima de lo casual, lo cotidiano y lo superfluo. En una sociedad dormida, hambrienta de estímulos superficiales y pasajeros, más que nunca necesitamos comprender estos Fragmentos de una Enseñanza Desconocida. Sin embargo, hoy, en la era de la prisa, este mismo proceso se convierte en una empresa titánica: concedernos tiempo para sentir más allá de lo inmediato, percibirnos de forma profunda y suave, volver al origen de todas las cosas. Es, paradójicamente, más necesario y más raro que nunca. A pesar de la inmensa cantidad de información disponible —o quizá por culpa de ella— estamos cada vez más lejos de la sabiduría viva, esa que no nos distrae, sino que nos sana.
Al final de la charla, le di paso a Sonia, quien presentó un ejemplo práctico para materializar lo que desarrollé durante la sesión: un viaje AL CORAZÓN DEL DESIERTO, donde experimentaremos —de forma simbólica y real— el camino hacia el corazón de nuestro desierto interno, donde yacen los orígenes de nuestra conciencia, más allá de las máscaras y personalidades que fabricamos para sobrevivir en sociedad. Más allá de lo que vemos que somos, está lo que sentimos que somos. Esa conexión con nuestro yo profundo quizá sea lo que, en el fondo, buscamos tras la vorágine dopamínica que nos genera estrés, ansiedad y expectativas frustradas. Como burros persiguiendo la zanahoria, nos estimulan a alcanzar algo que nos prometen cercano, pero que jamás se deja atrapar. En esa ansiedad habitamos muchos de nosotros: una «esperanza» disfrazada de tips y frases vacías que terminamos integrando y que no hacen sino agrandar el vacío.
Te deseo un buen día —no como un día más— sino como una nueva oportunidad para recordar que nuestro paso por este plano es efímero y escaso. Aprovechemos el regalo de la vida: no para seguir corriendo tras la zanahoria, sino para entrar dentro de nosotros y trascendernos, encontrando la verdad de nuestro espíritu.
Gerard,
HOLA!, Soy el idiota que escribe esto...
Y quizás sea interesante o tal vez no, no lo sé; Ser o no ser... ese es el verdadero dilema. Este es un espacio para soltarme, un lugar donde dejo fluir mis ideas más disparatadas, donde me entrego a la procrastinación del cuerpo y al impulso mental de vomitar públicamente, para exorcizarme y, quién sabe, quizá también para exorcizar a otros. Ser humano es más complejo de lo que parece, porque hay que saber cuándo soltarse y cuándo atarse. ¿Cuándo cada cosa? Ahí radica la verdadera cuestión. A ojo de buen cubero, diría que ese es el dilema: cuándo ser mitad hijo de Dios y cuándo mitad hijo de puta...
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