A veces no tomamos nota de la vida. Nos pasamos el tiempo luchando por nuestros sueños, por encajar, por cumplir expectativas… y olvidamos que, en el fondo, muchos de nuestros planes no son realmente nuestros. Hacemos cosas para convertirnos en lo que “deberíamos ser” para ser queridos. Y así, sin darnos cuenta, dejamos de sentirnos dignos simplemente por existir.
Vivimos en la cultura del esfuerzo. Creemos que cuanto más cuesta algo, más valioso es. Que sufrir por conseguir algo nos da valor. Pero… ¿y si ya fuéramos valiosos simplemente por ser?
No nos sentimos dignos de la vida, de vivir, de sentir… y, sobre todo, de disfrutar de los placeres sencillos del mundo. Creemos que el placer debe ser caro, complejo, exclusivo. Y sin embargo, la vida nos ofrece momentos de bienestar constantemente: caminar por una calle tranquila, escuchar un río, tener una conversación íntima. Pequeños placeres, accesibles, cercanos. Pero no los tomamos.
Pensamos que la autorrealización es la base de la autoestima, cuando en realidad, autoestimarse es amarse tal cual uno es. Tomarse con cariño, sentirse bello incluso en la sombra. Acogerse cuando más se necesita.
Ser lo que eres es suficiente. No hay nada malo en ti que deba ser corregido o eliminado. La verdadera belleza del ser humano está en su esencia.
Sí, somos bondadosos por naturaleza. Seamos naturales. Volvamos a esos estados salvajes del ser que nos permiten simplemente sentirnos bien.
Sentirse bien no depende de la cartera de contactos, ni de los likes, ni del sueldo, ni del éxito sexual. Sentirse bien es una sensación del cuerpo… que muchas veces la mente rechaza.
Como dice El Principito: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”.
La mente está en lo que “debería ser”. El cuerpo, el corazón… están en lo que es.
Creemos que la brújula de nuestra vida es sentirnos orgullosos de lo que logramos. Pero no. La brújula está en sentirnos bien con nosotros mismos, con nuestro cuerpo, con nuestras sensaciones.
El masaje tántrico nos propone precisamente eso: volver al cuerpo. Darle lugar, espacio y dignidad. No, tu sexualidad no está mal. No es tu cuerpo el problema. Es la mente la que quiere llevarlo a un lugar donde el cuerpo se cierra.
El cuerpo sabe lo que le sienta bien y lo que no. Pero nos hemos desconectado de él. Lo hemos olvidado. Pensamos que solo es un vehículo, cuando en realidad es el santuario de nuestra alma.
La mente está llena de voces que no son tuyas: del mundo, de tus padres, de la cultura. Por eso sentimos esa disonancia interna. El cuerpo dice una cosa. La mente, otra. Pero el cuerpo tiene razón.
Volver al cuerpo es volver a tu brújula. A tus “síes” y a tus “noes” más íntimos. A escucharte, a respetarte, a habitarte con amor. Ese es el camino más profundo del masaje tántrico: reconciliarte contigo, con tu placer, con tu conciencia.
Ese es el camino hacia la felicidad: sentirte alineado con tu propósito, completo, real. Como dice el Tantra: todo lo que es real, está bien.
No necesitas ser grande, exitoso o extraordinario. No necesitas “ser alguien”. Solo necesitas ser tú. Habitarte por dentro y por fuera.
El cuerpo está tan cerca… y a la vez, tan lejos. Porque buscamos respuestas en la mente lejana, cuando el cuerpo las está gritando desde hace tiempo.
Escúchalo. Ábrete. Entra en él. Y vuelve a ti.
HOLA!, Soy el idiota que escribe esto...
Y quizás sea interesante o tal vez no, no lo sé; Ser o no ser... ese es el verdadero dilema. Este es un espacio para soltarme, un lugar donde dejo fluir mis ideas más disparatadas, donde me entrego a la procrastinación del cuerpo y al impulso mental de vomitar públicamente, para exorcizarme y, quién sabe, quizá también para exorcizar a otros. Ser humano es más complejo de lo que parece, porque hay que saber cuándo soltarse y cuándo atarse. ¿Cuándo cada cosa? Ahí radica la verdadera cuestión. A ojo de buen cubero, diría que ese es el dilema: cuándo ser mitad hijo de Dios y cuándo mitad hijo de puta...
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