Hola!
A veces es mucho más importante ser que parecer.
Y otras veces, en ciertos círculos sociales, es mejor parecer que ser.
¿Por qué?
Porque uno debe aprender a protegerse, a mantener viva la intimidad.
No se puede dar lo que uno es a diestro y siniestro.
Ya lo decía la Biblia: “No eches margaritas a los puercos, no sea que las pisoteen, se vuelvan y te despedacen.”
¿Por qué esto es importante?
Porque manifestar lo que uno es debería ser un acto consciente y sagrado. Y como tal, hay que saber cuándo y dónde hacerlo.
Déjame contarte algo.
Hay dos elementos esenciales en cualquier proceso de transformación personal: la seguridad y la nutrición emocional.
La seguridad es una energía masculina, que se divide en dos: protección y defensa. (Podríamos detenernos aquí, pero lo dejaremos para otro momento).
La nutrición es una energía femenina, y también tiene dos ramas: alimentación y afecto.
Lo primero que debe aparecer es la protección.
Luego, viene la nutrición.
Cuando un animal caza, no se alimenta en el mismo sitio donde cazó. Busca un lugar seguro. Porque nutrirse implica mostrarse vulnerable.
Y lobos hay.
Y hay que cuidarse de ellos.
Lo mismo nos sucede a nosotros.
Si no aprendemos a protegernos, no podemos ser ni nutrirnos de lo que somos.
Manifestarse tal cual uno es, en cualquier contexto, no siempre es un acto de autenticidad. A veces es solo una búsqueda desesperada de aprobación.
Cuando uno sabe quién es, ya no necesita ser aprobado.
Y ese conocimiento no es solo intelectual: es vivencial.
Sobre todo cuando uno empieza a explorar su mundo interior y quiere expresarlo hacia afuera, necesita un espacio seguro. Un contexto donde pueda manifestarse sin tener que lidiar con envidias, juicios o rechazo.
Y muchas veces esos espacios no están en nuestro entorno habitual.
A veces lo más transformador es salir, buscar situaciones nuevas, entornos distintos que no nos remitan al personaje de siempre. Como un laboratorio: un lugar neutro donde puedas experimentarte de forma libre y autónoma.
Cuando nadie tiene una imagen previa de ti, puedes mostrar facetas ocultas sin miedo a ser juzgado.
Te cuento un secreto.
A mí me encantaba el Tantra y el Eneagrama.
Vivía en Barcelona, tenía amigos de la infancia, pero sabía que ese entorno no aceptaría lo que estaba explorando.
Lo hacía a escondidas.
Un día se enteraron.
Pasé de ser “el amigo bueno” al rarito del que no se podían fiar, porque “hacía cosas raras de sexo y sectas”.
¿Qué hice?
Me mudé a Murcia. Puse tierra de por medio.
Me presenté directamente como facilitador de Tantra y terapeuta de Eneagrama.
Y así, la gente que se acercaba ya aceptaba esa parte de mí. Los que no, simplemente no se acercaban.
Así conseguí crear un espacio de vida sin tener que justificarme.
¿Podría haberme quedado y enfrentado los juicios?
Sí.
Pero también podrían haber minado mi deseo de disfrutar y trabajar con lo que amaba.
Después regresé. Ya afianzado en lo que era.
Y los amigos que aceptaron a este “nuevo Gerard” se quedaron.
Los demás... no me importó perderlos.
A veces necesitamos alejarnos para descubrirnos.
Relacionarnos con personas nuevas, vivir experiencias nuevas, probarnos a nosotros mismos.
Saber quién eres no es importante para mostrarlo, sino para integrarlo.
Y desde ahí, decidir con quién compartir tu verdad.
Pero primero, esa verdad debe ser protegida, para que puedas nutrirte de ella.
Hay verdades que pocas personas de nuestro entorno quieren ver en nosotros. Quizás porque las verdades exigen ser respondidas también con verdad, y la autenticidad escasea últimamente.
Por eso, ser uno mismo requiere laboratorios.
Espacios seguros donde puedas explorar sin tener que volver a esconderte.
Ese es el verdadero trabajo personal: autoestimarse.
Y eso implica saber dónde no darte, aunque tengas la tentación de hacerlo.
Hay personas que no están dispuestas a responder a tu verdad con verdad.
Y necesitas aprender a no necesitarlas.
Aprende a saber quién eres, primero en tu intimidad, y luego decide a quién le compartes esa intimidad.
A veces solo es cuestión de tiempo.
“Ahora no. Quizás más adelante.”
Porque si no hay seguridad, no puede haber nutrición.
Y cuidado: muchas veces creemos conocernos, pero solo conocemos nuestras máscaras.
Lo que realmente somos permanece oculto, por miedo a que nuestra verdad, como ocurrió con nuestros padres, no sea bien recibida.
Por eso el Cuarto Camino no habla de ser buenos, sino de ser astutos.
Porque muchas veces la bondad no es más que una necesidad neurótica de aprobación.
Como si ser buenos garantizara que nos pasen cosas buenas.
Recuerda:
"Conócete a ti mismo".
En latín: Nosce te ipsum.
En griego: Gnōthi seautón.
Un aforismo antiguo que invita a la introspección, al encuentro con lo real.
Primero conócete.
Y luego decide quién quieres que te conozca.
Un abrazo,
G.
HOLA!, Soy el idiota que escribe esto...
Y quizás sea interesante o tal vez no, no lo sé; Ser o no ser... ese es el verdadero dilema. Este es un espacio para soltarme, un lugar donde dejo fluir mis ideas más disparatadas, donde me entrego a la procrastinación del cuerpo y al impulso mental de vomitar públicamente, para exorcizarme y, quién sabe, quizá también para exorcizar a otros. Ser humano es más complejo de lo que parece, porque hay que saber cuándo soltarse y cuándo atarse. ¿Cuándo cada cosa? Ahí radica la verdadera cuestión. A ojo de buen cubero, diría que ese es el dilema: cuándo ser mitad hijo de Dios y cuándo mitad hijo de puta...
ÚNETE A MI LISTA DE CORREO ELECTRÓNICO
Newsletter
Suscríbete a mis actualizaciones diarias.
Creado con © systeme.io